lunes, 12 de marzo de 2012

La importancia de las decisiones colectivas

Escrito por Germán García Aguilar desde No todo vale

A menudo me gusta hablar de lo desfasadas que están algunas ideas de las que se llenan la boca los ‘opinólogos’ -tanto amateurs como profesionales: políticos, periodistas y tertulianos- que nos rodean, pero coincidiremos en que si no digo por qué están desfasadas, casi sería mejor que no dijera nada. Es por eso que me gustaría compartir con vosotros uno de los múltiples conceptos en que me amparo. Se trata del fenómeno ‘free rider’, que apunta, bastante objetivamente, a lo adecuado que resulta que algunas decisiones las tomemos entre todos. Y creo que podrá ilustrarse de una forma bastante afortunada:

jueves, 8 de marzo de 2012

La diferencia entre liberal y conservador

Lo mejor de sacar a la palestra polémicas como pueden ser las concernientes a los derechos homosexuales o la ley del aborto es la forma en la que saltan a la luz las ideologías políticas de nuestra sociedad. Y es que, sobre el papel, todo queda que ni pintado: Ya no existen derecha ni izquierda, sino ‘centro’; ya no quedan comunistas, sino ‘socialistas’; el socialismo más moderado se transforma a su vez en ‘socialdemocracia’ y, cómo no, ya no quedan ‘conservadores’, sino meros ciudadanos ‘neoliberales’.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Una cifra de déficit con trampa?


'Es imposible falsear el déficit como insinuó la fuente de Bruselas'
Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda Pública 

La primera reacción que todos compartimos ayer tras conocer la cifra oficial de déficit público, un 8,51% del PIB (lo que es una burrada) fue la de horror. ¿Pero cómo? ¿Tras un año de recortes, seguimos prácticamente igual? ¿Qué clase de catástrofe o malgasto ha vaciado las arcas de nuestro Estado? El sueldo de los funcionarios ha bajado, una buena parte de los parados que arrojó el estallido de la burbuja inmobiliaria han dejado de cobrar la prestación por desempleo, otro cupo de ellos se ha marchado del país... Muy bien, seguimos gastando en sanidad y educación, y el Estado puede no recibir los ingresos que recibiera otrora, pero un 8,51% en ausencia de grandes programas de inversión pública, en fin, ¡siguen siendo una pasada!

Ahora bien, a lo largo de la jornada una pregunta empezó a atisbar entre analistas y expertos: ¿refleja realmente la cifra la evolución del saldo de las cuentas públicas?

Curiosamente, el proceso es muy similar al acontecido durante la última sucesión de la presidencia del Barça. Allí, el nuevo presidente Sandro Rosell acusó nada más tomar el mando al anterior mandatario, Joan Laporta, de haber falseado las cuentas de un equipo que desde fuera nadie hubiera considerado deficitario y, apelando a una grave situación económica, su primera decisión fue la de romper el emblema barcelonista de no meter sponsors en la camiseta azulgrana. Los aficionados, que fardaban de aquella ‘distinción’ encantados, no acusaron especialmente al nuevo presidente dado que, al fin y al cabo, aquello era mejor que ver a su triunfante club en quiebra. De hecho, es más, la empresa escogida para imprimir su nombre en las camisetas del Barça fue nada menos que Qatar Foundation, lo que ya de por sí hubiera sido polémico en cualquier club que tratase de cuidar su imagen. Y el coste fue, como hemos mencionado, prácticamente anecdótico.
Pero la pregunta es: ¿Era cierto que las cuentas estaban falseadas? Y es que en la directiva anterior se sentaba nada menos que el notable economista Sala i Martín, que de inmediato se esmeró en difundir las diferencias de valoración contables y se atrevió a dar cifras sobre el engaño que, para quien le quiera creer, había perpetrado el nuevo presidente. Sucede que la contabilidad es una herramienta muy arbitraria. Es tan fácil adelantar gastos del ejercicio siguiente como atrasar los del precedente, manipulando así los resultados. De esta forma, sin salirse en absoluto de la legalidad, las cuentas acaban saliendo un poco al gusto de cada cual.

¿Para qué podría querer el Gobierno, encargado de la elaboración contable del cálculo del déficit, maquillar la cifra a peor, como puede que hiciera Rosell? Pues, prácticamente... ¡para todo! Se trata de una ventaja política considerable cuando lo que tienes en contra es la opinión popular. De hecho, de ser realmente una manipulación deliberada, la maniobra política es impecable. Por un lado, consigue más apoyo ciudadano de cara a cualquier tipo de recorte, haciendo así más manejables las cuentas, y por el otro agrava la situación de partida de cara a la renegociación que la eurozona quiera hacer sobre el déficit del próximo año.

Así pues, vamos a meternos en materia: ¿Lo ha hecho? ¿Ha manipulado el Gobierno los criterios contables para alterar el resultado?

Desde luego, el asunto pinta negro:

  • Nada más alcanzar la posesión de poder, el Gobierno anuncia que había sido estafado en las cifras del déficit, mucho más disparadas que las anunciadas. La crítica inmediata apunta a que la mayor parte de la desviación de dicho déficit provenía de las comunidades autónomas, que en su mayoría están controladas por el propio partido.
  • Reuters filtra una información sobre una posible manipulación de las cuentas por parte del Gobierno de España para ‘inflar’ el déficit. Información que tanto Gobierno como mandatarios de la eurozona desmienten, lo que para algunos es suficiente, pero que procede de algún sitio y con alguna intención para aparecer en el que es quizás el menos sensacionalista de los diarios, que además ratifica su publicación.
  • La cifra publicada resulta extraordinariamente adecuada para un gobierno central. Su parte de responsabilidad es mínima, la mayor parte del incumplimiento de los objetivos de déficit proviene una vez más de las comunidades autónomas, ¡que mantienen el déficit del año pasado! Es decir, que todos los recortes que sus presidentes han ido realizando, han sido... ¿absolutamente en vano? ¡Por no hablar de la bajada de sueldo de los funcionarios de la que también se han beneficiado!
  • A su vez, la cifra de déficit de las comunidades autónomas se dispara durante el último trimestre. Los dos trimestres anteriores, las cuentas ya eran presentadas por los gobiernos que sucedieron a las elecciones, y en consecuencia, una vez más, ya estaban en manos del Partido Popular (un matiz importante de cara a alegar la manipulación de gobiernos anteriores).
  • Un orgulloso Pedro Sanz, presidente de La Rioja -al que yo como riojano lo cierto es que aconsejaría no hacer mucho caso- se atreve a contradecir los resultados publicados desde el Ministerio de Hacienda Pública por su propio partido.


Creo que estaremos de acuerdo en que son demasiadas cosas. Demasiado convenientes. Y un país que, a cada día que pasa, se acerca cada vez más a ser la república bananera que una vez se camuflara a base de ladrillos y barro.

De todas formas, conocer este presunto maquillaje tampoco debería aliviarnos, pues aceptando que el juego se ha hecho meramente aplicando diferentes criterios contables a conveniencia, el margen de maniobra tampoco es tan elevado. Es decir, en cualquier caso, el déficit es alto, y la eurozona exige unos recortes diseñados bajo un plan que preveía crecimiento económico en España ya a lo largo de este año 2012, y que el Gobierno que hemos votado por mayoría absoluta ha prometido cumplir estrictamente.

Hoy, por desgracia, somos mucho más Grecia que ayer. Solo que no somos Grecia: Somos la economía cuya caída arrastraría consigo la unidad monetaria al completo. En fin, abróchense los cinturones, e intenten salir indemnes de tan bochornoso espectáculo.



Otros enlaces:
252-160 = 52 vía @huyelobo
Déficit público en España y Prestidigitación contable vía @XSalaiMartin
Siete claves sobre el déficit vía @iescolar

martes, 28 de febrero de 2012

De felicidad y seres humanos

Hace un par de días, The Economist publicaba los resultados de un estudio relevante que trataba de indagar sobre una de las preguntas que, si bien nunca están de actualidad, uno siempre presupone que están presentes, y que no es otra que: ¿Somos felices? ¿Estamos en el camino de serlo? 

Dicho estudio no consistía sino en una encuesta en la que ciudadanos de diferentes países habían de definirse como ‘muy felices’, ‘bastante felices’, ‘no muy felices’ o ‘definitivamente infelices’. Los resultados, como se puede apreciar, saltan a la vista:


Fuente: The economist (Dato sobre España incluido de forma artificial)

Lo cierto es que el semanal no examina en profundidad las implicaciones, si bien aporta el matiz de que el estudio es sólido y no análogo a otros indicadores de bienestar o satisfacción, y apunta a la conclusión más evidente: Los países más felices son los países que se encuentran en desarrollo, y no los más desarrollados.

¡Y efectivamente! Sólo tenemos que echar un vistazo a las naciones implicadas para ver que su riqueza no se corresponde con su percepción de felicidad:




Ni tampoco resulta determinante la magnitud elaborada para medir ‘todo-eso-que-no-mide' la producción de un país: El índice de desarrollo humano:




Otros factores sociales como la esperanza de vida, el acceso a vivienda o la presión que sobre una población ejerce la tasa de desempleo también se desentienden del tema:



Todo parece un cúmulo de conclusiones disparatadas hasta que incluimos la tasa de crecimiento del producto interior de los países, el ritmo al que se enriquecen, y efectivamente, entonces sí, obtenemos una relación palpable:



¿Tiene sentido que la felicidad esté en escapar de la pobreza, y no en la riqueza? Tampoco es algo tan disparatado, pero... ¿por qué, si una sociedad más pobre puede sentirse feliz, al enriquecerse deja de hacerlo? ¿Qué nos estamos dejando por el camino, si se supone que caminamos hacia ello?

La pregunta, por supuesto, es enorme. Y es que puede que la riqueza nos inunde de comodidad , tranquilidad y ‘bienestar’, pero si lo que queremos es buscar la felicidad... todo indica a que lo estamos haciendo rematadamente mal.

Fuente: http://www.economist.com/blogs/graphicdetail/2012/02/daily-chart-16

jueves, 23 de febrero de 2012

Las entrañas del modelo austríaco

En economía, denominamos ‘paternalismo’ al hecho de que el Estado gestione los recursos del individuo para evitar que éste los gestione mal. En principio puede parecer absurdo: ¿por qué habría nadie de decirme qué debo hacer con mi dinero? Más no lo es necesariamente. Podría plantearse de otra forma: ¿por qué no ahorrarías un mínimo, cuando tienes ingresos, de cara a una posible falta futura de los mismos?

Pues en esto vendría a consistir, ni más ni menos, el modelo conocido como ‘la mochila austríaca’ que tan fervientemente defienden las importantes plataformas de difusión de teoría económica Fedea y Politikon. El debate, por supuesto, está servido.


El modelo consiste en, prácticamente, lo siguiente: El despido es completamente libre. Si no me gusta cómo trabajas, igual que una vez te contraté, puedo desemplearte. No obstante, tú no te quedas en la calle con una mano detrás y la otra delante, sino que cobras una indemnización estipulada en tu contrato. ¿Cómo puede ser esto? Es muy fácil: El estado ya ha ido obligando a pagar dicha indemnización, mes a mes, al empresario. En otras palabras: el empresario tiene que pagar tu indemnización, te despida o no. Por eso el despido es libre, porque ya está pagado.

Ahora bien, si el empresario que te contrató no tenía planeado tenerte en nómina de por vida, y era consciente de la posibilidad de que tú no te fueras por tu propio pie... ¿por qué no anticipó ya él que habría de pagarte una indemnización al despedirte? ¿no sería mejor que él mismo se encargase de provisionar ese gasto cuando más le conveniera?

Y la respuesta es: puede ser. Sin embargo, sin un mínimo de control periódico, no existe ninguna forma de garantizar que eso suceda... y cuando una empresa entra en quiebra, nadie puede conseguir sacarle el dinero que te deba. Ésta sería la principal característica del modelo: ese dinero, al que tendrías derecho, está asegurado, al tiempo que la decisión de despedirte no supone ningún coste adicional para el empresario.

¿Cuales son sus ventajas? Pues muchas, y variadas. Mi preferida concierne al trabajador, en cuanto a que si es él el que decide abandonar el trabajo, tiene derecho a recibir esa ‘indemnización’ de todas formas. ¿Y por qué es una ventaja? Básicamente, porque poner un coste monetario a quien quiera cambiar de trabajo es una idea macabra que solo puede desembocar en el desánimo y el desempeño laboral. Además, por supuesto, la eficiencia en la asignación de puestos laborales y la productividad crecerían de una manera inédita a este lado de nuestras fronteras.

¿Desventajas? Ahora mismo, especialmente, ninguna empresa es capaz de sumarse gastos periódicos como los que plantea. Si hace un par de días hablábamos de la necesidad de una devaluación interna con cargo a salarios, este modelo no conduce sino a dificultar el proceso.

Ayer yo mismo pedía encarecidamente firmas a su favor. Hoy, me planteo si éste es realmente el momento.

Pero si lo habéis firmado no os preocupéis, pues quienes lo defienden son personas muchísimo más instruidas en el tema que yo ;)


miércoles, 22 de febrero de 2012

Por un contrato único indefinido

Para sorpresa de unos cuantos, el fantástico portal de Politikon ha lanzado una campaña por medio de Actuable para pedir la implantación del contrato único indefinido en España.

Puede que sea una jugada extraña: No son precisamente un baluarte del método de firma online. El caso es que, si te preguntas de qué va el tema, o por qué habrías de firmar por la creación de un contrato único indefinido, la web creada para explicarlo te acercará a las respuestas necesarias: http://uncontratoparaemplearlosatodos.es/

Se trata, por cierto, de una de las medidas fundamentales que viene reclamando la fundación Fedeahttp://www.fedea.net/10-principios/10_principios_fundamentales.pdf


Yo he firmado. Y, la verdad, creo que todo el que crea en la objetividad científica como único modelo social también debería hacerlo:


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martes, 21 de febrero de 2012

Si los salarios caen

Nota importante: Nótese que escribo sobre lo que pasaría si bajasen los salarios, no menciono en absoluto que se reduzcan también los costes de despido.

Cuando se habla de que en España hace falta una bajada generalizada de salarios, uno de los argumentos más recurridos que se contraponen es el siguiente: Si bajan los salarios, baja el consumo, y eso es malo para la economía. Pues bien, puedo equivocarme, pero me atrevería a decir que no es así como funciona:

Pongamos una economía en la que todos se dedicasen a dar masajes por, pongamos, 800€, y en la que todos empleasen ese dinero en recibir, de la misma manera, masajes de 800€. De repente, algo ocurre: Nos dicen (a todos) que 800€ son una barbaridad, y que un masaje debería costar, a lo sumo, ¡20€! ¡Una parte ínfima de lo que antes cobrábamos!

Creo que es evidente por dónde voy. Ahora nuestros clientes nos pagarán 20€ por masaje, y nosotros emplearemos igualmente 20€ en recibir masajes, por lo que, en realidad, nada ha cambiado.


Esta situación es idílica, y por supuesto difiere muchísimo de lo que sucedería en una economía real, pero sí que puede ser ejemplar. El problema de España no es tanto un bajo consumo como una imperiosa necesidad de ahorro que se traduce en limitarse a comprar un tipo de productos que, por desgracia, en su mayor parte no son producidos en el país. Cuando un economista recomienda una bajada de salarios en la economía española, no se refiere en absoluto a que tengamos que convertirnos en China o Brasil en términos de precariedad para comenzar a exportar al resto del mundo, sino más bien a toda-esa-parte de la economía que ni se exporta ni se importa, y que hoy día estamos olvidando.
Lo que reclama nuestra economía es empezar a tener las importaciones más caras para nuestros bolsillos, los productos nacionales más baratos y bueno, sí, de paso comenzar a exportar un poco más. Lo que pasaría, en otras palabras, si no compartiéramos moneda con Francia y Alemania, situación en la que la enorme dependencia exterior del país (pública y privada) repercutiría en una depreciación de nuestra moneda que se convertiría en un encarecimiento de los productos extranjeros de inmediato.

Así, una bajada de salarios generalizada debería repercutir en una bajada en los precios de los productos nacionales que los convirtiesen en más competitivos de cara no tanto al exterior, como también al interior. Una bajada en el precio del pan, de la peluquería, de salir de copas, cenar en un restaurante o hacer obras en casa, por ejemplo.  Una bajada lo suficientemente importante como para conseguir que nos salga más a cuenta comprar productos fabricados junto a tu casa, que no seguir destinando el dinero a comprar los provenientes de Estados Unidos, o Alemania.

Ante una bajada general de salarios se encarecerán los productos extranjeros, es verdad. No viviremos como antaño. Pero abandonando el cinismo, tampoco podemos aspirar a vivir acorde al resultado de un modelo productivo (la burbuja inmobiliaria) que todos coincidimos en considerar ilusorio y superado. De paso, nuestros licenciados dejarán de emigrar y se quedarán en casa si es lo que desean. Con trabajo.

Y termino este pequeño alegato aclarando que no quiero decir que un recorte de salarios sea la repanocha para crear crecimiento y empleo, tampoco. Personalmente, preferiría tener una moneda nacional e imprimir un poco de moneda para crear inflación, facilitando el que por otra parte sería un proceso idéntico. Sin embargo, estamos en las condiciones que estamos, y permitir una bajada de salarios obligando a que se traduzca en una bajada de precios (algo que pasaría automáticamente en cualquier otra economía avanzada, pero en la nuestra probablemente no tanto) quizás fuera un buen primer paso.

Si no esperas una caída del euro y no estás dispuesto a esperar diez años podría tratarse, de hecho, del único paso.


PD: Es increíble lo fácil que es estar de acuerdo con Krugman de vez en cuando.