Dos son los principales argumentos que autores(1) y editoriales esgrimen a la hora de defender la existencia de los derechos de autor:
a) Los autores merecen cobrar por su trabajo
b) Sin estos derechos, los autores no podrían dedicar su tiempo a elaborar las obras que todos disfrutamos.
Pasa que su problema no es en absoluto nuevo para la economía, por mucho que sean los más afectados por la era digital y que su trabajo sea, en gran medida, completamente intelectual. Se trata del problema de la innovación, y la incapacidad para resolverlo del mercado competitivo. Y, lo siento, pero hay aspectos en los que ya existe el estudio e, incluso, el consenso.
a) Los autores merecen cobrar por su trabajo
b) Sin estos derechos, los autores no podrían dedicar su tiempo a elaborar las obras que todos disfrutamos.
Pasa que su problema no es en absoluto nuevo para la economía, por mucho que sean los más afectados por la era digital y que su trabajo sea, en gran medida, completamente intelectual. Se trata del problema de la innovación, y la incapacidad para resolverlo del mercado competitivo. Y, lo siento, pero hay aspectos en los que ya existe el estudio e, incluso, el consenso.
En principio, acorde a la libre competencia, nadie, en ningún momento, debería tener los derechos de nada. Ante estos derechos, la competencia queda, completamente, anulada, para desgracia del consumidor.
Así, si ahora no estuviera en manos de nadie la última obra de García Márquez, nos encontraríamos con que el consumidor podría, en todo momento, imprimir el libro, incluirlo en su lector de libros digitales, etc, prácticamente gratis. Las editoriales, por su parte, podrían competir por ofrecernos la edición más bonita, más acorde al gusto del lector, y también al mejor precio, en una actividad que probablemente fuera más que rentable.
Cualquier situación diferente de ésta conlleva un beneficio para unos pocos en detrimento de la sociedad por entero.
¿Qué pasa? Pues que, en este maravilloso marco, es cierto que el autor ni aparece. Su trabajo ya está hecho, no se requiere de su mano y, cómo son las cosas, ni se le pagó cuando sí estaba escribiendo (y, en consecuencia, trabajando) ni se le paga cuando su producto es consumido. Consecuencia: Efectivamente, ser autor se convertirá en un oficio muy, pero que muy complicado. Un pin para la causa de la SGAE.
Es a partir de aquí donde los que han estudiado más a fondo el tema han acordado lo evidente:Dado este caso, lo idóneo es que el trabajo en innovación se vea remunerado en la suficiente medida para que merezca la pena, y posteriormente pase a ser de dominio público. Es eficiente. Es sencillo. Y, sorprendentemente, es bastante justo. Según este concepto, Alejandro Sanz, cuyo trabajo ha sido ya remunerado de putísima madre, no tendría ningún derecho a abrir la boca, y lo que este señor está pidiendo sería, básicamente, que la gente gastase su dinero en él... ¡a cambio de nada! Que la sociedad, en conjunto, consumiera menos arte para financiar su mansión privada, su coche, sus fiestas de famosos y sus apuesto a que muchas mañanas de sofá.
Es más, cargo a locura del autor, pero apostaría porque el sistema que nos proponen, de hecho... desincentiva la creación de contenido artístico cultural. Una vez que el trabajo en tu anterior disco se remunera por encima de lo que te animaría a editarlo, pierdes todos los motivos para seguir con tu trabajo de autor, puesto que se te está remunerando por absolutamente nada.
No vamos a exponer aquí cuál sería el sistema más adecuado para remunerar a los autores: Si conceder derechos durante un número de años, o marcar una cantidad de remuneración límite; existen mil fórmulas, al igual que se podría hablar largo y tendido sobre la flexibilidad que habrían de tener los derechos de autor mientras existan. Pero sí que vamos a afirmar que lo que se propone, que desde cierta perspectiva tiene su dosis justa de sentido, es en realidad una estafa.
Se trata del arte. Lo siento mucho, pero hay cosas con las que no se juega. Y, en el actual marco, el papel de las páginas de descargas ilegales no es meramente loable: También es vital.
En fin.
#estosiesparaindignarse
(1) Sabemos que con autores hacemos referencia a una parte del colectivo, y sabemos que son los menos. Sin embargo, también son por lo general los que más seguidores tienen, los que más se publican en la red, y los que más dinero mueven en la industria; de ahí que nos permitamos la licencia de generalizar, con perdón de todos los que se salgan de este guión.
Enlaces de interés:
Escritor descubre su libro gratis en una página y explica los motivos por los que estos no pueden ser más baratos
La sorprendente verdad sobre lo que nos incentiva (ENG)
ONU: “Las leyes contra el intercambio de archivos violan los derechos humanos”
Página web de la SGAE
Así, si ahora no estuviera en manos de nadie la última obra de García Márquez, nos encontraríamos con que el consumidor podría, en todo momento, imprimir el libro, incluirlo en su lector de libros digitales, etc, prácticamente gratis. Las editoriales, por su parte, podrían competir por ofrecernos la edición más bonita, más acorde al gusto del lector, y también al mejor precio, en una actividad que probablemente fuera más que rentable.
Cualquier situación diferente de ésta conlleva un beneficio para unos pocos en detrimento de la sociedad por entero.
¿Qué pasa? Pues que, en este maravilloso marco, es cierto que el autor ni aparece. Su trabajo ya está hecho, no se requiere de su mano y, cómo son las cosas, ni se le pagó cuando sí estaba escribiendo (y, en consecuencia, trabajando) ni se le paga cuando su producto es consumido. Consecuencia: Efectivamente, ser autor se convertirá en un oficio muy, pero que muy complicado. Un pin para la causa de la SGAE.
Es a partir de aquí donde los que han estudiado más a fondo el tema han acordado lo evidente:Dado este caso, lo idóneo es que el trabajo en innovación se vea remunerado en la suficiente medida para que merezca la pena, y posteriormente pase a ser de dominio público. Es eficiente. Es sencillo. Y, sorprendentemente, es bastante justo. Según este concepto, Alejandro Sanz, cuyo trabajo ha sido ya remunerado de putísima madre, no tendría ningún derecho a abrir la boca, y lo que este señor está pidiendo sería, básicamente, que la gente gastase su dinero en él... ¡a cambio de nada! Que la sociedad, en conjunto, consumiera menos arte para financiar su mansión privada, su coche, sus fiestas de famosos y sus apuesto a que muchas mañanas de sofá.
Es más, cargo a locura del autor, pero apostaría porque el sistema que nos proponen, de hecho... desincentiva la creación de contenido artístico cultural. Una vez que el trabajo en tu anterior disco se remunera por encima de lo que te animaría a editarlo, pierdes todos los motivos para seguir con tu trabajo de autor, puesto que se te está remunerando por absolutamente nada.
No vamos a exponer aquí cuál sería el sistema más adecuado para remunerar a los autores: Si conceder derechos durante un número de años, o marcar una cantidad de remuneración límite; existen mil fórmulas, al igual que se podría hablar largo y tendido sobre la flexibilidad que habrían de tener los derechos de autor mientras existan. Pero sí que vamos a afirmar que lo que se propone, que desde cierta perspectiva tiene su dosis justa de sentido, es en realidad una estafa.
Se trata del arte. Lo siento mucho, pero hay cosas con las que no se juega. Y, en el actual marco, el papel de las páginas de descargas ilegales no es meramente loable: También es vital.
En fin.
#estosiesparaindignarse
(1) Sabemos que con autores hacemos referencia a una parte del colectivo, y sabemos que son los menos. Sin embargo, también son por lo general los que más seguidores tienen, los que más se publican en la red, y los que más dinero mueven en la industria; de ahí que nos permitamos la licencia de generalizar, con perdón de todos los que se salgan de este guión.
Enlaces de interés:
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