martes, 27 de septiembre de 2011

La soberanía de las expectativas: Un juego de tronos

Libre mercado: Sistema que se ajusta por el mecanismo de precios. Si sube el precio de algo, la gente deja de comprarlo; y viceversa.

Tu medio de información favorito, hace unos cinco años: Sube el precio de la vivienda, y los compradores... aumentan su demanda: Lejos de querer comprar menos, ¡quieren comprar más!

No hay más que acudir a las cifras para ver que algo no está funcionando como debiera en el sistema de ajuste vía precios. Pero es que claro, si yo compro algo por 100€ y mañana lo puedo vender por 200€, ¿quién puede decir que su precio no es el segundo, sino el primero? En un sistema donde los precios pueden bailar en un son propio, ¿qué importa más, el valor actual de mercado o el valor esperado?

Se trata del problema de las expectativas; con toda probabilidad, bujía de los desastres más graves de la economía moderna. La causa implícita de todas las burbujas: la razón por la que desde Grecia hasta Francia podrían quebrar este Sábado, tras pronunciar cualquier ministro del ECOFIN unas palabras inadecuadas o con un matiz desacertado.


Y es que comportarse acorde a las expectativas es algo lógico, y desde luego lícito, pero entraña dos problemas de peso:

a) Las expectativas pueden no cumplirse. Al no cumplirse, automáticamente la economía sufre un coste de eficiencia, puesto que su reparto de recursos se basaba en tales expectativas, y de haber conocido la realidad futura con certeza dicho reparto se habría modificado.

b) Al contrario que los precios, las expectativas no dependen tanto de vendedores y compradores como de medios de prensa, agentes de gobierno, agencias de rating y una serie de personalidades.


Claro, esto nos mete en un planteamiento muy, muy complicado. Si el sistema no funciona por precios, sino por expectativas, y las expectativas no dependen de los agentes del mercado, sino de otros entes... ¿qué gracia tiene el susodicho libre mercado?

Lo peor llega cuando tales entes, los responsables de nuestras expectativas, tienen sus propios intereses particulares: Sea ganar unas elecciones, conseguir favores políticos o beneficiar deliberadamente a una empresa (cuando no a la propia) a cambio de favores/dinero/loquesea, son muchas y muy habituales las razones que pueden conducir a la manipulación de nuestro comportamiento. Una palabra de Lagarde, y las bolsas se desploman; una insinuación de Steve Jobs, y las acciones de apple se disparan; un artículo hablando de la bajada del precio de la vivienda en El País, y las ventas de pisos se reducen, y todo cuando, realmente, no ha pasado nada.

Así, acabamos encontrándonos bajo una economía semi-planificada, tan criticada por los máximos defensores del libre mercado, pero no planificada por una sociedad bajo un sistema democrático... sino dirigida por un pequeño número de individuos según sus intereses individuales.

¿Cómo combatirlo? Sinceramente, lo desconozco. Y, desgraciadamente, tal manipulación de nuestro comportamiento incluye -cómo no- la elección de representantes políticos, salpicados de toda esta podredumbre como los que más. Podrido, sí, podrido es quizás el término que mejor podría describir el avance moderno. Unos pocos agentes jugando a las marionetas con una sociedad entera que, buscando su propia felicidad, baila a su son víctima del desconocimiento.

Creo, entiendo, que encontramos en este mecanismo un enemigo común para los economistas del mundo entero, cualquiera que sea su ideología. Porque, cada vez más, estamos dejando de jugar al juego de la economía, para abandonarnos al comportamiento del borreguismo.

¿Lo peor? Lo peor es continuar con una discusión idiota entre socialistas y “neoliberales”, si es que aún existen ambos, en lugar de enfocar nuestra atención hacia la fuente de nuestros problemas. Lo peor es que las mentes críticas se rebocen en su propia mierda, al tiempo que unos pocos consiguen engañarnos, y que las pocas voces sensatas que llegan hasta los medios sean rápidamente desatendidas por la falta de interés.

Unos manejan, y otros se dejan. Y mucho me temo que así ha de seguir hasta alcanzar un futuro que, cada vez con más fuerza, toma forma de pasado.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La física de las ciencias sociales (Donald Marron)

Os dejo un aporte interesante escrito por Donald Marron, profesor invitado en el Instituto de Políticas Públicas de Georgetown (Washington D.C.) y asesor en el Congreso y la Casa Blanca, sobre la ciencia económica.

'La economía pretende ser la física de las ciencias sociales. Los físicos estudian el modo en que las fuerzas fundamentales de la naturaleza lo conforman todo, desde los movimientos de las partículas subatómicas hasta las órbitas de los cuerpos celestes. Los economistas, a su vez, estudian cómo las fuerzas sociales fundamentales lo explican todo, desde el precio del pan en la tienda hasta el diferente grado de riqueza de Estados Unidos y Zimbabue.


Este libro trata de los economistas que han logrado éxitos, pero la economía nunca será lo mismo que la física. En los dos últimos siglos, los economistas han desarrollado numerosas teorías muchas de las cuales se describen en las siguientes páginas, que explican cómo funcionan los mercados y cómo en ocasiones fallan, cómo toman sus decisiones los consumidores, los trabajadores, las empresas y los políticos, y por qué las economías crecen o se estancan.
No obstante, esas teorías tienen sus limitaciones, pues los seres humanos son menos predecibles que las partículas y los planetas. Las economías son complejas (como los ecosistemas), y en ocasiones no llegamos a comprenderlas del todo; nuestra incapacidad para anticipar la peor crisis financiera y económica que ha acaecido en ocho décadas es un lamentable aunque perfecto ejemplo de ello.
La ciencia de la economía es aún, pues, un proyecto en proceso de desarrollo; y es posible que termine pareciéndose más a la biología que a la física. Pero la economía no es solamente una ciencia. Muchos economistas, incluido yo mismo, creemos que nuestras visiones de cómo funciona el mundo deberían tener repercusiones a la hora de decidir el funcionamiento del mundo en general. Como consecuencia, las teorías científicas de la economía se desdibujan y se convierten en teorías políticas acerca de cómo debería ser una buena sociedad.
Las teorías, tanto científicas como políticas, pueden tener una gran repercusión. Como dijo John Maynard Keynes: «Las ideas de los economistas y los filósofos de la política, tanto si son correctas como si están equivocadas, son más poderosas de lo que normalmente se cree. De hecho, pocas cosas más aparte de ellas rigen el mundo. Los hombres prácticos, que se creen totalmente libres de cualquier influencia intelectual, normalmente son esclavos de algún economista difunto».'

Se trata de la introducción de su interesante obra: 50 teorías económicas sugerentes y desafiantes 





Altamente recomendado.


Artículos relacionados:
¿Qué es la economía?

martes, 6 de septiembre de 2011

Quitando la máscara del ahorro (I) - La igualdad ahorro-inversión

La palabra ahorro es, probablemente, una de las más populares en tiempos como los que corren. Echamos la vista atrás, encontramos un consumo que superaba con creces el que podía dejarnos satisfechos y, ante la escasez actual, nos castigamos: ¡Ay! Si hubiésemos ahorrado...
Pero es que ahorrar no es algo tan fácil; y desde este blog hemos invitado a un par de amigos, George y Lennie, para demostrarlo:

Lennie es un simpático personaje, grandote y torpe a partes iguales, que adora a los conejos, pero es incapaz de atraparlos. 
George, por su parte, es un hombre significativamente más hábil que Lennie, pero en absoluto alcanza su tamaño, y pasa auténticos apuros para cargar los fardos de paja que necesita mover a diario en su granja. 

Prácticamente hechos el uno para el otro, llegan a un acuerdo: George atrapará conejos para Lennie, que se los comprará a dos monedas por conejo, y Lennie cargará fardos para George, a moneda por cada fardo

Finalmente, el mejor equilibrio para ambos consiste en que, cada semana, George conseguirá un total de dos conejos (cuatro monedas) y Lennie, a cambio, cargará para él cuatro fardos (también cuatro monedas).

Todo funciona perfecto para ambos. Cada semana, Lennie se hace con dos conejos para acariciar, y George se libra de tener que cargar cuatro fardos, ¿acaso no era lo que pretendían?
Mas, cosas de la vida, ha de acabar llegando el ahorro a complicarlo un poco:

-He pensado, George -anunció de pronto Lennie -que sería bueno que ahorrase algunas de las monedas que me das. Quizás así, aunque tuviese que acariciar menos conejos por un tiempo, podría acabar teniendo muchas muchas monedas para comprarte material de la granja y que me hicieras un pequeño corral para criar mis propios conejos... ¡Podría tener cientos de ellos!

-Em... Lennie -reparó contrariado George, con cierto tono estupefacto -¿y cómo se supone que pretenderías hacer eso?

-Mira mira, te gustará, lo tengo todo pensado: Te cargo los cuatro fardos por cuatro monedas, pero, en lugar de dos conejos, te compro sólo uno, por sus dos monedas... Y así ahorraría dos monedas cada semana. En unas semanas, ¡podría comprarte el corral!


Arrojando su cigarro al suelo, el más pequeño de los dos hombres apoyó una mano sobre su compañero, en un gesto que no venía sino a decir "veamos, a ver cómo de dura tienes esa mollera".

-En verdad eres tan torpe como has parecido siempre, buen amigo. Pero no eres tan tonto. Si nada más me compras un conejo a la semana, ¿cuánto dinero ganaré yo?
-Dos... dos monedas, ¿no George?

-Y, con esas dos monedas que gano, ¿cuánto fardos podré comprarte? ¿seguiré comprándote cuatro, acaso?

-No... -respondió entonces Lennie, visiblemente afligido.

-¿Cuántos podré comprarte, grandullón?

-Dos, George, no te pases. Y no ahorro nada cambiándote dos fardos por un solo conejo, ya, ya lo he pillado.

-No existe el ahorro, Lennie. El ahorro es una ilusión. Y los hombres de verdad no vivimos de eso. ¿Por qué no vas acostumbrándote?




Recapitulando: Lennie decide ahorrar, disminuyendo los ingresos de George, que reducirá sus compras a Lennie hasta que éste vuelva a no ahorrar nada... y un par de tipos que estaban dispuestos a cambiarse cuatro fardos de paja por dos conejos, comenzarán a cambiarse menos.

Curioso, cuanto menos.

¿Significa esto que ahorrar es imposible? No, claro que no. Existen algunas posibilidades en las que nuestros chicos no han reparado: El día que George se percate de que Lennie pretende ahorrar exclusivamente para comprarle un corral a él  mismo, podemos dar por descontado que se golpeará la cabeza para castigar su propia estupidez. Efectivamente, no tendría mayor problema en perder algo de dinero durante unas semanas, ¡puesto que habría de recuperarlo todo! El proceso sería el siguiente:

Cada semana, Lennie cargaría los fardos por cuatro monedas, y George le vendería un conejo por dos. Sin embargo, al tiempo, George podría ir construyendo el corral para Lennie. Sabiendo que el grandullón empleará las dos monedas que ha ahorrado en comprar el corral, podríamos decir que George no ha perdido dinero, puesto que el corral que ha estado construyendo “vale” exactamente la cantidad de dinero perdido, que es lo que se pagará por él. Nos encontraríamos así ante lo que sería un claro caso de inversión y, como en nuestra historia, el hecho de que el ahorro exista es perfectamente factible en su convivencia.


No se trata de un mero ejemplo; en términos macroeconómicos, la cantidad total de ahorro e inversión han de ser idénticas para poder hablar de equilibrio. Y debemos poder hablar de equilibrio para poder hablar de sostenibilidad.

Así pues, nos encontramos ante la que probablemente es la identidad más intratable de la economía moderna: Una de las menos intuitivas, pero desgraciadamente elemental. La igualdad ahorro-inversión.

Matemáticamente es mucho más sencillo:
El dinero se mueve hasta distribuirse entre el conjunto de las familias por dos causas: Consumo e inversión.
Renta = Consumo +Inversión(1)

Una vez lo posean, las familias lo emplearán para dos fines: Consumo y ahorro.

Renta = Consumo +Ahorro

Creo que hasta George y Lennie estarán de acuerdo en que:

Consumo +Ahorro = Consumo +Inversión => Ahorro =Inversión

Y terminamos fijándonos en algo: Para que las familias ahorren más, han de consumir menos. Para que ese ahorro se sostenga, hemos defendido que ha de crecer igual la inversión. Por tanto, al hablar de "ahorrar más" estaríamos pidiendo un crecimiento de la inversión ante una disminución del consumo...

Contraintuitivo, por lo pronto. ¿Estamos de acuerdo?

Es por ello que el ahorro, como tal, no es sostenible por sí sólo. El esfuerzo de ahorrar por ahorrar es lo que hubiera llevado a Lennie y George a intercambiar tan sólo dos fardos por un conejo, y si hubieran seguido empeñados en ahorrar habrían acabado con todo intercambio cerrado.

#cuidadoconloqueopinamos

(1) En realidad, estamos obviando en esta relación la existencia de un sector exterior: Lo hacemos con afán didáctico, pretendiendo incidir exclusivamente en la naturaleza del ahorro. La relación exterior no influiría de considerar que el saldo exportaciones-importaciones no varía; de hecho, un aumento en el consumo empeora dicho saldo exterior, haciendo necesario un aumento en la inversión que iguale el aumento en el ahorro más el desajuste exterior para mantener el equilibrio.